Un Dios que te ama


Antes de cualquier término teológico que podamos dar a Dios, nos ubicaremos en una certeza: “Dios te ama”. “Si ya lo has escuchado antes, no importa; te lo quiero recordar: Dios te ama. Nunca lo dudes: más allá de lo que te suceda en la vida, en cualquier circunstancia, eres infinitamente amado” (CV 112). Por mucho tiempo, en la historia de nuestra fe, quizás creemos en un Dios de la meritocracia, porque es así que la sociedad funciona. Sin embargo, el Dios de Jesús es amor y gracia; solo debemos recibir y cuidar este tesoro en un vaso que es de barro.

Como indica el papa Francisco en la exhortación Christus Vivit, “quizás la experiencia de paternidad que has tenido no sea la mejor, tu padre de la tierra quizás fue lejano y ausente o, por el contrario, dominante y absorbente” (CV 113). Pero el Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo es un padre de misericordia que está con los brazos abiertos y nos muestra en su amor hacia el hijo pródigo el amor sin límites que tiene por cada uno de nosotros, porque todos tenemos un poco de hijo pródigo. Muchas veces queremos ser tratados por Dios como verdaderos esclavos con una fe victimista. Sin embargo, el padre nos prepara siempre el mejor banquete.

Nos lo recuerda nuevamente el Papa: “Para Él realmente eres valioso, no eres insignificante, le importas, porque eres obra de sus manos. Por eso te presta atención y te recuerda con cariño. Tienes que confiar en el «recuerdo de Dios: su memoria no es un “disco duro” que registra y almacena todos nuestros datos, su memoria es un corazón tierno de compasión, que se regocija eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal»” (CV 115).

El amor de Dios “es un amor «que no aplasta, es un amor que no margina, que no se calla, un amor que no humilla ni avasalla. Es el amor del Señor, un amor de todos los días, discreto y respetuoso, amor de libertad y para la libertad, amor que cura y que levanta»” (CV 116).

Que el Señor nos conceda reconocer y re-cordar siempre en nuestras vidas el amor que tiene por nosotros, y podamos responder así a su llamado a vivir confiados plenamente a Él, amando como Él nos ama.

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente