"Sed santos como vuestro Padre celestial es santo" (Mt 5, 48)


Publicado originalmente en la revista Voz Isetiana 2018

El año pasado, en la Orden de Agustinos Recoletos celebramos el Año de la Santidad, lo cual nos permitió profundizar algo más en la vida y enseñanzas de los distintos hijos de san Agustín que, a lo largo de los siglos, han sabido encontrar a Dios en las diferentes situaciones del día a día y hacer vida el Evangelio.

Basta una mirada al interior del conjunto de los santos agustinos –o de los santos de cualquier otra familia religiosa– para darnos cuenta de que, incluso viviendo el seguimiento de Cristo desde un mismo carisma, el camino de fe de cada uno de ellos es único. Esto nos permite notar que si bien el llamado a la santidad que Dios nos hace a todos y a cada uno de forma particular es el mismo –Dios nos llama a ser santos porque Él es santo–, la respuesta a este en cada persona debe darse desde el “camino único y diferente que el Señor tiene para nosotros” (Gaudete et Exsultate [GE] 11). La vida de los santos, lejos de dejarnos sintiendo que el camino del Evangelio supera nuestra capacidad, debería llevarnos a una práctica de discernimiento constante para descubrir la voluntad de Dios en nuestras vidas, y a pedirle al Señor en la oración que nos dé lo que nos manda y mande cuanto sea su voluntad (cf. Confesiones 10, 40).

La exhortación apostólica Gaudete et Exsultate del Papa Francisco es precisamente una invitación a tener presente que el llamado de Dios a la santidad es siempre actual y nos interpela de manera personal. El Papa desea “hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades” (GE 2). Dios quiere que seamos santos, y depende de nosotros el que, con su gracia, podamos ser testigos fieles del Evangelio, o que nos conformemos con una existencia mediocre. Eso sí, “si no queremos sumergirnos en una oscura mediocridad, no pretendamos una vida cómoda” (GE 90). Jesús nos advierte reiteradamente que el camino de la santidad no está libre de complicaciones y dificultades, y el Santo Padre nos lo recuerda una vez más. No es gratuito, por tanto, que la exhortación inicie con las palabras que Nuestro Señor dirige a los bienaventurados que son injuriados, perseguidos y calumniados por su causa –“Alegraos y regocijaos” (Mt 5, 12)– y que culmine retomando la idea de que “nuestro camino hacia la santidad es también una lucha constante” (GE 162) y que debemos “estar dispuestos a renunciar hasta darlo todo” (GE 174).

Frente a la elección de una vida mediocre, la aceptación diaria del camino del Evangelio es difícil, pero esto no significa que debamos esperar vernos enfrentados a situaciones que requerirán grandes acciones heroicas: la santidad a la que estamos llamados “irá creciendo con pequeños gestos” (GE 16). El Papa nos invita a no olvidar que es con las acciones de cada día que podemos ir avanzando en este camino. Quizá desde nuestra posición no nos veremos en el conflicto ético de aceptar o no sobornos, o de encubrir delitos, pero sí está en nuestras manos el hacer de nuestra vida una constante comunicación con Dios que nos permita, por ejemplo, hacer silencio frente a los defectos de los demás, buscar la justicia para con los más débiles, compartir el sufrimiento ajeno o no hablar mal de nadie. Además, “quien de verdad quiera dar gloria a Dios con su vida […] está llamado a obsesionarse, desgastarse y cansarse intentando vivir las obras de misericordia” (GE 107).

En el mundo actual, tan lleno de egoísmo, ansiedad y tristeza, el Santo Padre considera que hay cinco características o expresiones que no deberían faltar en nuestro seguimiento de Cristo, a saber, la solidez interior, la alegría y el sentido del humor, la audacia y el fervor, el caminar en comunidad y el hacer de la vida una oración, tanto en los momentos a solas con Dios como en las actividades de cada día. Gaudete et Exsultate nos exhorta a que con la vivencia de estos aspectos, acompañada por el don del discernimiento, abracemos en el mundo de hoy con mayor fuerza el deseo de ser santos, para alcanzar “la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados” (GE 1). ¡Seamos santos como nuestro Padre celestial es santo!

Rodrigo

Agustino recoleto, lingüista y lector. Blogueo sobre libros en @eglblog.
💘📖 "Heriste mi corazón con tu palabra y te amé" (Conf. 10, 8).
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