Las enseñanzas de la tentación según santo Tomás de Villanueva


Síntesis de las ideas principales del sermón 77 de santo Tomás de Villanueva, realizada por Rafael Ferreira dos Santos

Una de las principales causas por las que el Señor quiso ser tentado fue nuestra enseñanza. Quiso ser tentado el emperador para que el soldado aprendiera a vencer. Y cuatro enseñanzas sacamos de esta instrucción.

La primera enseñanza es que todo siervo de Dios debe encontrarse preparado para la tentación. Del mundo, que se mofará y reirá de que no se acomode al que lo ama; y del demonio, porque, cuanto mejor es una persona, más se empeña el diablo en malearla; no se preocupa mucho el diablo de tentar a los mundanos, a los que mantiene sumisos a su voluntad. Si uno hace se fuerte en el servicio divino, ese sí es atacado con toda ferocidad. Por ello, todo aquel que se ha incorporado al ejército de Cristo por el bautismo, debe saber que tiene ya urdida la tentación.

La segunda enseñanza es que no debemos exponernos a las tentaciones; al contrario, debemos huir de ellas cuanto nos sea posible, pues es signo de mucha soberbia exponerse a ellas. El hombre que va en busca de la tentación desconoce su propia flaqueza. Y el hombre no solamente debe evitar las tentaciones de la carne, sino también todas las demás.

La tercera lección es que, siendo cierto que no debemos buscar las tentaciones, sin embargo, cuando nos acometen, tenemos que hacerles frente con hombría y decisión, y aguantarlas con paciencia. No tenemos que desfallecer, ni perder la confianza cuando somos tentados. La pureza del alma no consiste en no sentir tentaciones –que esa es pureza de ángeles–, sino en no consentirlas. ¡Oh, cuántos beneficios aporta la tentación!
  1. En la tentación, se hace ver el justo. 
  2. En la tentación, el hombre se humilla. 
  3. La tentación hace que el hombre acuda a Dios.
  4. La tentación ejercita al hombre en las virtudes.
Cuanto más fuerte sea la tentación, ármate de mayor coraje.

La cuarta enseñanza es que no debemos presumir de nuestras fuerzas y de nuestra debilidad para vencer al diablo. Hermanos, en nuestras tentaciones, no nos fiemos de nuestro consejo, no recurramos a nosotros mismos, sino recurramos a Dios, clamemos a Él, pongamos en Él toda nuestra esperanza. Hermanos, el Señor conoce nuestra masa, sabe que, en comparación con el demonio, somos como niños frente a un gigante.

Mientras estamos en esta vida, en este desierto, no perdamos de vista que nos hallamos en campaña, siempre dispuestos para la lucha. “No te quejes, hermano; es así la suerte de la guerra”.

Publicar un comentario

Artículo Anterior Artículo Siguiente